De expulsiones

Publicado en por Leopoldo Navarro

Uno trabajaba como vendedor en la más importante tienda de muebles del pueblo, y la vida parecía estar conquistada, incluyendo la obligación de usar corbata diariamente. Había muy buenos clientes, que extrañamente sólo compraban de contado, dos veces al año, y nunca alcanzaban a ser considerados sujetos de crédito. De inmediato y desde lejos se notaba, en esta economía urbana asilada de las veleidades del estado del tiempo –salvo por las inundaciones, siempre inesperadas pero recurrentes-, cuando la preparación de la tierra había iniciado a tiempo, la siembra era bien premiada por lluvias oportunas y suficientes, y todo se lograba. Eran campesinos bendecidos en sus tierras de temporal por una buena cosecha. Sequías, lluvias inoportunas, excesivas o insuficientes, eran parámetros más bien escasos para aquellos ciclos de lluvias puntualmente sincronizados por la naturaleza. Pero… en previsión, y por si algún elemento inesperado los llevaba al desastre, siempre tenían listo el dicho-remedio: quien no asegunda, no es buen labrador. Y a sembrar otra vez.

Había otros, esos sí los mejores clientes del mundo –o de la tienda-, para quienes el departamento de crédito expedía verdaderos cheques en blanco: vales para comprar en abonos todo lo que quisieran, hasta determinada cantidad, sin investigaciones adicionales sobre su circunstancia económica del momento. El negocio sabía que ellos siempre pagarían. Extrañamente, no eran vecinos de colonias residenciales como Arbide, Moderna, León Moderno o Jardines del Moral. Estaban en Loma bonita, Los Olivos, La Piscina y sus Lomas. Eran ancianas/os que pasaban el tiempo entero en sus casas, saliendo por la tarde para tomar un poco de sol y conversar con las vecinas sobre las novedades del día, recibidas a través del que entonces era todavía portador privilegiado de noticias: el cartero. Además de las novedades reconfortantes sobre el bienestar de los idos, llegaba también el esperado giro postal. Entonces pagaban en abonos las lavadoras, consolas, refrigeradores y televisores ¡a color! con que saturaban sus viviendas. Con los viejos había también hijas, haciendo ya su papel de madres de familia, gestando a unos hijos y pastoreando a otros que pronto tendrían las edades adecuadas para cumplir el ritual, que así se convertía en tradición de generaciones: ir al green, al fill, a lo que fuera, para ganar dólares entre los gringos.

La vida resuelta, al parecer. Pero estos ancianos, y sus hijas vueltas madres que gestaban a unos y preparaban a otros para su pronta inserción en el american dream, también navegaban diariamente con un sobresalto llamado migra, que dedicaba todo su tiempo de pesadilla para aterrorizar a nuestros mojados, convertidos allá en trabajadores baratos, disciplinados, sin derecho laboral alguno y, sobre todo, ilegales que sin mayor trámite podían ser repatriados a suelo mexicano, aunque siempre para intentar una vez el regreso y la permanencia entre los difíciles dólares.

Uno esperaría que los siglos XXI y la llegada de un hombre de color apellidado Obama a la presidencia norteamericana, entre otros motivos, permitieran a nuestros paisanos, movidos más por la miseria de aquí que por las promesas de allá, vivir a estas alturas la dignidad de sus raíces y hasta el orgullo de una nacionalidad norteamericana adquirida, sin duda, con sangre, sudor y lágrimas. Pero no. Otra vez, una ley promulgada en el estado de Arizona, no sólo convierte en un delito estatal el encontrarse ilegalmente ahí; también obliga a cualquier agente policiaco a interrogar a cualquier persona sobre su situación migratoria, ante la simple sospecha de que ese individuo viva ilegalmente en ese país.

Expulsados de aquí por la falta de oportunidades laborales, y de allá por juegos paranoicos y discriminatorios, que los denigran y abaratan como mano de obra, no queda más, por ahora, que verlos en su papel de guerreros en el destierro.

Etiquetado en sociedad

Para estar informado de los últimos artículos, suscríbase:
Comentar este post
R
<br /> <br /> <br /> <br /> <br /> <br /> <br /> <br /> <br />
Responder